Una encuesta realizada por el Instituto de Estadística «Dos y dos son cuatro», ha arrojado luz sobre el motivo que nos lleva a comprar el décimo de lotería de navidad del trabajo todos los años, aún cuando durante el año no apostamos ni a las canicas.

Este motivo no es otro que la envidia en su vertiente más ridícula, es decir, la envidia potencial o dicho de otro modo, «a ver si voy a ser yo el único pringao que le va a tocar ir a currar el dia 23, mientras el resto de compañeros están de resaca por la celebración de haberse convertido en ricos».

Hemos querido hablar con la directora del instituto, la señora Lourdes Tadística, para que nos explique más en profundidad los motivos que inducen este comportamiento y esto es lo que nos ha contado:

«La gente ha respondido masivamente a la pregunta, asegurando que si no lo compran y le toca a fulano, ese que tan mal les cae o que no para de hacerles la vida imposible y a ellos no, no podrían vivir con la envidia», «hay quien esta sensación les lleva a comprar decenas de decimos», «que si el del bar del desayuno, que si el del trabajo, que si el del bar de mi amigo, que si la peña de fútbol, que si la clase del niño, que si la participación de la comunidad de vecinos, y así un largo etc., que lleva a gastar cientos de € en la utopía de poder reventar el despertador la próxima vez que suene a las 6 de la mañana».