Esta mañana hemos conocido un curioso suceso protagonizado por Rubén Toso, un funcionario de la administración de Hacienda, que aprovechaba quedarse solo en el ascensor para aliviar la presión de sus gases.

Durante media década han estado sus compañeros y compañeras preguntándose de dónde procedía ese desagradable olor que impregnaba el ascensor. Hasta el punto de acudir en varias ocasiones, empresas especializadas de limpieza para desinfectar a fondo, controladores de plagas para buscar algún bicho muerto y hasta un cura para realizar un exorcismo.

Ha sido gracias a una cámara instalada en la cabina, en la que se podía ver a Rubén esgrimir una sonrisa, justo después de poner cara de fuerza cada vez que se quedaba solo en el ascensor, cómo se ha descubierto el origen de la peste.

Acto seguido el funcionario ha sido sancionado de forma leve y como castigo ejemplar se le ha prohibido usar el ascensor durante un año. El desdichado trabaja en la planta 14, a buen seguro que durante el tiempo que pase en las escaleras pensará en su conducta poco cívica, y podrá aprovechar el impulso de sus ventosidades para subir más deprisa cuando tenga que subir hasta su puesto de trabajo.