Aitor Tazo, párroco de la iglesia de una pequeña localidad de las afueras de Bilbao, harto de la réplica más que frecuente de algunos de sus feligreses, ha decidido cambiar el tradicional, el que tenga algo que objetar que hable ahora o calle para siempre, por el mantra, el que diga algo le doy dos hostias.

El cura que se excusa en que las dos hostias son consagradas, no tranquiliza a nadie ya que ha empezado a dar la misa ataviado con unos aparatosos guantes de boxeo, al tiempo que se le puede ver entrenar por las tardes en el gimnasio del pueblo aporreando a un saco de arena.

Sea como sea las replicas a los sermones del párroco han bajado hasta cero en los últimos meses y los eventos celebrados en la iglesia por fin terminan a su hora.