A nuestra redacción llega la historia de Josema Drugador, currante de pro que se levanta todos los días a las cinco de la mañana para acudir a su puesto de trabajo donde tiene que estar a las seis.

Lo curioso de la historia ocurrió cuando Josema por petición expresa de su jefe tuvo que acudir puntualmente a su puesto de trabajo una hora antes, para lo que tuvo que salir de casa poco más de las cuatro. Cuál fue su sorpresa al comprobar que pequeños operarios con las caras tapadas y ropas oscuras colocaban las baldosas de las calles, las farolas y demás mobiliario urbano.

Joseba desorientado intentó hablar con uno de estos hombrecillos y al acercarse, este soltó las cosas que tenía entre las manos y salió corriendo. Esto se repitió con todos los hombrecillos hasta que la calle quedó desierta y a medio poner. Así que sin dar crédito volvió a su casa, se acostó y puso el despertador una hora más tarde.

Al salir de su casa a la hora habitual las calles ya estaban puestas y Josema, según ha narrado el mismo a este diario, pensó que más valía explicarle al jefe que se había quedado dormido, que intentar explicarle que su calle no estaba puesta antes de las cinco de la mañana.