Sobrecogido por la metamorfosis que ha desarrollado mi esposa y, en un rato de descanso e intimidad, me siento a escribir y compartir mi historia para saber si sólo me ha pasado a mí, o es un episodio que se repite en otros matrimonios. Mi nombre es Francisco Calzonazo, tengo 46 años, soy de Cádiz y llevo 6 años con mi mujer, 4 de novios y 2 de casados.

Me casé muy enamorado y convencido de que era la mujer de mi vida. Me enamoró la paz y la tranquilidad que transmitía en momentos comprometidos, esa serenidad que desprendía, me decía que era ella la madre que yo quería para mis hijos. Era la persona más bondadosa que jamás había conocido en mi vida. Nunca discutimos, hasta que decidimos casarnos y empezar a convivir.

Las 2 primeras semanas fueron inolvidables en todos los sentidos, después sin motivo aparente, empezó a molestarle todo lo que yo hacía. Conseguimos sentarnos a hablar del tema y me dijo que ella no soportaba algunas de mis costumbres y/o manías, y que por eso, estaba un poco más fría y distante, así que me comprometí a corregir los puntos que me «impuso» por la salud de la relación.

Tras más de año y medio de convivencia estoy en una situación crítica. Llevo 4 días durmiendo en el sofá porque ya le molesta hasta mi respiración, y desde el principio del confinamiento, me programa la vida exprimiéndome hasta el último gramo de energía. Desde que saca un pie de la cama, empieza a mandarme tareas con un tono de desprecio absoluto que cada vez aguanto menos.

La bella, dulce, templada, educada, cariñosa y resolutiva mujer de la que me enamoré, se ha convertido en una máquina de reñir incansable. Esta misma mañana le he plantado cara, le he dicho que voy a ser yo quién lleve los pantalones en casa y me ha dicho: «Los pantalones y toda la colada imbécil, vete a tender». ¿Alguien podría ayudarme?.